Notas Retro

Guillermo Vilas y su videocasetera con pantalla gigante

Compartir:
Guillermo Vilas y su videocasetera con pantalla gigante
Nota de revista VIDEO CLUB de Julio de 1987 

RAQUETAS Y GUITARRAS EN VHS

Es el hombre que le puso una bisagra al tenis argentino, convirtiéndolo en un deporte masivo. Adepto a la electrónica de última generación, mira finales vía satélite, repasa sus propios partidos y tiene una admirable videoteca rockera.

Guillermo Vilas VHS
 



Guillermo Vilas es muy detallista. Se preocupó al extremo para que su semipiso de Avenida Libertador y Tagle no sea tan diferente a su palacete en forma horizontal de la Avenue Foch, en la zona más cara de París. En ese sentido, dos videocaseteras con pantalla gigante forman parte del paisaje de cada una de sus viviendas, al igual que sillones, equipos de audio y su sala con 22 guitarras eléctricas. Así, en su hogar, Vilas se siente tan cómodo en Buenos Aires como en París. Las diferencias, en su intimidad, no existen.


Y puede llamar mucho la atención que Vilas, meticuloso en sus entrenamientos y en la manera de plantear toda su carrera deportiva, no utilice el video —ni ahora, ni antes…— para su tenis, sino como una distracción, escapatoria a otro mundo que también provoca placer.


“Yo no soy de mirar mis partidos todo el tiempo. Una vez que los grabaron los veo para descubrir los errores que haya cometido y corregirlos luego en las prácticas, pero no más de eso. No me siento a ver mi historia tenistica en una pantalla…”. Casualmente la fotografía que ilustra esta nota muestra a Guillermo Vilas, informal como pola final que jugó con el. sueco Mats Wilander en 1982 en Roland Garros, un año en que un repunte, sorprendente y sorpresivo, lo llevó al segundo lugar en las clasificaciones del Grand Prix cuando :muchos ya lo creían acabado.


Hoy, cuando su descenso en el ránking mundial se hizo muy pronunciado, Guillermo Vilas se enfrenta a una situación conflictiva en el circuito.internacional de tenis: la mayoría de los jugadores le son desconocidos. “Ese es el gran problema de Guillermo: todos lo conocen, pero él no conoce a nadie. Hay cantidades de jovencitos dispuestos a derrotarlo, a sacar de cualquier campeonato a esa, gran figura que es Vilas y de quien estudiaron hasta el más mínimo de sus movimientos…”, comentan quienes lo frecuentan. Analizar previamente en video a sus posibles rivales sería prácticamente imposible. Los partidos en los torneos son diarios y apenas si hay tiempo para verlos durante el transcurso de cada competencia. Por otra parte, se calcula que hay una masa fluctuante de 300 a 400 jugadores que compiten en los distintos certámenes mundiales y tener un video de cada uno de ellos


Implicaría montar una estructura similar a una superproducción hollywoodense… Vilas, fuera del tenis, apunta todos sus sentidos hacia el rock. Para abril de 1988 anunció la edición de un disco grabado con Julio Sáez, un músico del “ambiente”, donde casi todas las composiciones pertenecen al tenista. Vilas no le pierde pisada’ a los más encumbrados grupos del rock y periódicamente recibe videos de los últimos recitales en Europa y en Estados Unidos. Prefiere ver todo el desarrollo de un concierto antes que someterse a la fugacidad y el tecnicismo de los clips. “Mis gustos se inclinan hacia las bandas bien rockeras, las que hacen rock con todas las letras, ya sean ‘heavy’ o punks…”, dice Vilas. Su videoteca alberga casetes de U2, Scorpions, Diré Straits, Rollíng Stones y. ACDC, entre varias decenas de títulos.


Otra de las propiedades de Guillermo Vilas: descansa plácidamente en las afueras de Nueva York. En Long Island, una suerte de campiña a pocos minutos de una de las ciudades más ajetradas del mundo, Vilas tiene una mansión a la altura de las más rutilantes estrellas del “show bussines”
norteamericano. Allí, coronando esa residencia de diez habitaciones, un estudio de grabación y una cancha de tenis de polvo de ladrillo bajo un techo de vidrio, una antena parabólica recibe señales de 75 canales de televisión de todo el mundo. Las emisiones con los más ásperos partidos de fútbol australiano tienen como espectador de lujo a Guillermo Vilas, sentado en su sillón preferido.
Es el hombre que le puso una bisagra al tenis argentino. Algunos “fans” mueven cielo y tierra para conseguir el victeo de su consagración en el Master de Australia de 1974, su primer gran triunfo internacional. Es uno de los pocos casetes que circulan por allí y que registra aquella sensación, primarla que transmitía Vilas cuando ya esbozaba su fulgurante y definitiva aparición entre los grandes del tenis. Hasta ahora, ninguna editora tuvo la iniciativa de recopilar el material fílmico que tiene como protagonista a Guillermo Vilas, un nombre excluyente en cualquier catálogo que pretenda reflejar la historia del deporte a través de la imagen.

Marcelo Gantman

Invitame un café en cafecito.app

Deja tu comentario