¿Quién es Homero Alsina Thevenet (HAT)?
Homero Alsina Thevenet (Montevideo, 6 de agosto de 1922 – 12 de diciembre de 2005) fue un destacado periodista y crítico cinematográfico uruguayo, considerado una figura clave en la crítica de cine en América Latina. Conocido por su firma «HAT», inició su carrera a los 15 años en la revista Cine Radio Actualidad, bajo la tutela de René Arturo Despouey, a quien siempre reconoció como su mentor. Su pasión por el cine comenzó tras un accidente en la infancia que lo llevó a descubrir la pantalla grande gracias a un pase gratuito obsequiado por su padre.
A lo largo de su vida, trabajó en medios prestigiosos como el semanario Marcha junto a Hugo Alfaro, el diario El País de Uruguay (donde fundó y dirigió El País Cultural por 17 años), y en Argentina en Primera Plana, La Razón y Página 12. Exiliado en Barcelona tras el golpe militar de 1976 en Argentina, regresó en 1984 y continuó su influyente labor. Autor de numerosos libros como Crónicas de cine, Cine sonoro americano y los Oscars de Hollywood y Una enciclopedia de datos inútiles, combinaba erudición, humor y un estilo accesible.
Alsina Thevenet dejó un legado imborrable, siendo uno de los primeros en destacar a Ingmar Bergman fuera de Suecia y recibiendo reconocimientos como el Premio Cóndor de Plata en 2002. Su obra sigue siendo una referencia para amantes del cine y periodistas.

Lo que queda por hacer
Homero Alsina Thevenet
La incertidumbre es la primera sensación que atraviesa el nuevo cliente de un video-club. Meses después, sigue siendo su sensación más duradera. Si ha logrado solucionar problemas técnicos de su aparato, le queda aún por saber, en cada operación de alquiler, si la película estará en buenas condiciones de visibilidad, si sus colores son nítidos, si los subtitulados son legibles. Tras haber leído innumerables artículos sobre el comercio «pirata» de los videos, y tras haberse restringido al material de los mayores sellos de distribución, el cliente comprueba que demasiados videos parecen copiados de un mal original, quizás de una película positiva o de una proyección en TV. Si protesta el caso en el video-club, la más probable respuesta es «su aparato debe estar desajustado».
Los video-clubes tienen sus problemas, desde luego. Sufren la competencia recíproca, los costos crecientes, la necesidad de aumentar sin pausa su inventario, la compra forzada (por’ ‘venta en paquete») de títulos que hubieran preferido no tener y que después son de difícil colocación. A eso hay que agregar aún los robos, los extravíos y los deterioros, con lo que todo video-club termina por promulgar una lista de «bajas» para corregir los catálogos previos.
El mayor problema del cliente es sin embargo la inoperancia de esos mismos catálogos. Han sido organizados con un número ordinal, lo que garantiza a cada video un sitio en las estanterías. Pero eso no impide, desde
luego, que los números correlativos mezclen películas muy distintas entre sí. A menos que el interesado posea cierta especialización personal en cine (y eso podría cubrir sólo a un porcentaje ínfimo de la clientela), lo probable y comprobable es el desconcierto en el momento de elegir. Una solución parcial ha sido la clasificación por géneros (dramas, cine bélico, musicales, infantiles, comedias, acción, etcétera) y eso es aún mejor si conduce a listas separadas porque quien elija cine infantil, por ejemplo, deberá examinar cuarenta títulos posibles y no cuatrocientos. Pero aún ese sistema puede ser harto imperfecto. Conduce por ejemplo a un catálogo local donde «Ultimo tango en París» (Bertolucci, 1972, AVH) aparece en la planilla de «cine erótico», probablemente para dar razón a los censores de la época.
Los catálogos incurren habitualmente en otras deficiencias, imputables por igual a la falta de espacio y al desconocimiento de quienes los confeccionan: 1) Casi nunca figuran la nacionalidad y la fecha de cada película. Ese es un dato elemental para la ubicación, como puede certificarlo cualquier cronista cinematográfico. 2) A menudo no figura el director. En muchos de los casos se ha escrito un nombre equivocado. Un catálogo local proclama a Alain Delon como director de «El sol rojo» (en lugar de Terence Young) y de «A pleno sol» (en lugar de René Clement), aunque en ambos casos Delon debió figurar sólo como intérprete. 3) Los intérpretes están mencionados solamente por apellido, y a menudo se equivocan en la atribución. Un catálogo local incluye la película «Desaparecido» pero no menciona a Jack Lemmon. Allí mismo se ofrece «Los amantes de María» sin incluir a la actriz Nastassja Kinski. 4) Los errores de ortografía son una penuria constante, sea por mal manejo de la documentación o por las erratas en dactilografía y en los talleres de composición. Algunos de estos tropiezos pueden ser subsanados con la tolerancia del lector (Lizzoni por Lizzani), pero otros llevan nombres muy distintos de los correctos.

Corresponde agregar una observación mayor. Parece necesario que los video-clubes puedan confeccionar una nómina de ofertas que podría llamarse » Buen Cine» o quizás «Lista de Oro». Serviría para que el aficionado cinematográfico más exigente, sepa dónde están los títulos de prestigio y calidad. Ahora no lo sabe, porque deberá leer todo un catálogo para encontrar las perlas escondidas: «Ladri di biciclette» (de Sica, 1948, VEA), «Viñas de ira» (John Ford, 1940, VER), «La fuente de la doncella» (Bergman, 1960, Lucían), «El ciudadano» (Welles, 1941, VEA) y muchas otras películas que han ingresado ya a la lista de clásicos. La confección de esa nómina es resorte de cada video-club y de los asesores que encuentre. Nada impedirá, por otra parte, que tal planilla reitere títulos ya inscriptos con su número en otras hojas del mismo catálogo. Una primera medida podría ser la elección de títulos premiados por la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood, por lo menos en los rubros principales. Algo de ello se publica en estas páginas. Pero es obvio que una Lista de Oro se amplía en cada semana con otros premios de festivales.
En Estados Unidos, los principales video-clubes han llegado aún más lejos. Sus catálogos tienen hojas complementarias para encontrar películas por orden alfabético de título, por intérprete o por director. Hace algunos años, ese habría sido un trabajo de largas fatigas, pero hoy se lo hace con una computadora. Su base necesaria será, sin embargo, que los datos iniciales sean correctos, extremo éste que en Argentina no se ha conseguido todavía.