Desde 1972 un sinfín de películas “dirty” o “hardcore” circulan por el mundo entero, incluso en la Unión Soviética, El “home video” revolucionó la furtiva difusión de los primeros tiempos. En este informe se pasa revista a este particular universo de las producciones que, en Argentina, son “de exhibición condicionada”.
Antes de que Suecia y Dinamarca hicieran lo suyo en materia de destape, un americano, natural de Oakland, veterano de dos guerras, buen fotógrafo y hombre temerario, inventaría casi sin proponérselo el denominado “softcore” (o porno suave sin escenas explícitas) con un film “fetiche”, a fines de la década del ’50: The inmoral Mr. Teas (1959). Hablamos de Russ Meyer. Asistente de Mankiewicz (Guy and Dolls) y George Stevenes (Giant), Meyer, atento al suceso de Marilyn Monroe y Jane Mansfield, compensó desde entonces la “obsesión mamaria” del americano medio con una troupe de señoritas desbordantes que prometían todo y un poquito más. Sus historias, ubicadas casi siempre en ambientes rurales, están pobladas de borrachos y predicadores, granjeros lúbricos y muchachas desatadas. Hoy Russ Meyer es objeto de culto. Los grandes realizadores americanos y europeos le rinden su homenaje y películas como Vixen (1968), Beyond the Valley of the dolls (1970), Supervixens (1975) y Ultravixens (1979) se convierten en paradigma de un erotismo cargadísimo que bordea la pornografía sin apelar nunca a la toma explícita.
Últimamente, algunas de sus máximas divas —Kitten Natividad, Ushi Digart— han optado por el hardcore, tentadas por suculentas ofertas. Meyer, al borde de los ’70, casi no filma pero cuando lo hace, sigue fiel a sus nenas opulentas, a la vez salvajes y maternales.
En el periodo de oro del género, del ’75 al ’80, proliferaron las parodias a sucesos fílmicos o televisivos (Hot Dallas Nights, Pleasure Island, Fantasy, Autobiography of a Flea) y los semidocumentales antológicos (Inside Jennifer Welles, Seka’s Cruise, All about Gloria Leonard, Deep Inside Annie Sprinkle, Exposed) donde las estrellas pasaban revista a su mejores momentos.
A fines de 1982, The Adult Film Association of America estimaba sus ganancias brutas anuales en algo más de 150 millones de dólares.
En 1976, la expansión masiva del video en la Unión, termina con los riesgos censores de algunos estados que pretendieron apelar a la Suprema Corte, al estreno de Deep Throat y Behind the Green Door. Hoy las producciones trepan a los 150.000 dólares y más, el mercado del video supera al cinematográfico ampliamente (en un 65%), las comedias y parodias se suceden y las nuevas divas se llaman Ginger Lynn, Tracy Lords, Gina Carrera, Christy Canyon, Taija Rae, Chelsea Blake y Ambert Lynn. Hay profusión de rock pesado, ambiente heavy, tachas, cadenas, mucho cuero, peinados y cortes punk y espacio para el sadismo moderado. Lo que hace a gimnasia sexual, claro, no ha variado mayormente.
Hay más de 100 títulos en catálogo, editados por derecha, en atractivas cajitas que avisan “100% Condicionada/Video para adultos”. En abril del año pasado, el sello Vanguardia decidió hacer punta con Algunos pecados de Dinamarca y Penetraciones. En octubre, Hardcore haría lo suyo consiguiendo óptima repercución en el mercado con El diablo en la Señorita Jones (I y II), Tarde de delicias, Seda, satén y sexo, Adentro de Jennifer Welles y En la gloria. Cada uno de estos “primeros adelantados” va camino de las mil copias. Entre Hardcore y Vanguardia monopolizan el 60% del rubro, pero no son los únicos. Videx, Video Love, Producciones Video Home, VEA, Video Makers y Casablanca con Prestige han comenzado a incursionar con diversa suerte en el género (a un ritmo de 2, 3, y hasta 6 títulos por mes).
Hardcore edita casi exclusivamente material americano, por lo general muy recientes producciones (títulos como Those young Girls, New Wave Hookers y Night of loving dangerously son del ’85), sin olvidar clásicos como Exposed, Anna obsessed y Corruption. Curiosamente, Garganta profunda, tantas veces anunciada, todavía no está en cajita (se especula con que alguna vez se habiliten las tan comentadas “salas especiales” en la Capital y se reserva Deep Thoroat para ese momento. De más está decir que el resto del país ya lo ha visto hasta el cansancio en todo tipo de salas), pero ya se anuncian algunos títulos mayores como Habíame sucio, Detrás de la Puerta Verde, Tabú (Hardcore) e Insaciable (Vanguardia). Love Video ha encarado las ediciones locales del sello americano Vivid que comanda Ginger Lynn, y acaba de lanzar The Poonies y The World according to Ginger, dos buenas muestras del talento de la rubia movediza, bien secundada por Sharon Mitchel, Amber Lynn y Bionca. Se trata de producciones especialmente realizadas para video. Casablanca, por su parte, ha optado por la línea francesa, inaugurando su Prestige Collection. Los primeros títulos (Pequeñas colas ardientes, Infierno anal, Nalgas íntimas) hablan ya de las preferencias de los galos en la materia. Las ediciones son cuidadas, las cajas muy paquetas y las intérpretes —Olinka, Evelyn Pavalas y Anna Houden—, altamente profesionales. Según los editores, el negocio no marcha mal. Se venden entre 60 y 100 casetes semanales de cada título y hay que estar reeditando continuamente. El que paga el pato es el usuario que de oblar seis y siete australes por un alquiler de 48 horas (el doble de lo que paga por un casete convencional), porque, según los videoclubistas, este material sale más caro. Una rápida encuesta permitió comprobar que el costo es casi el mismo que el de cualquier otro género (entre 50 y 60 australes con picos de 70). De modo que el recargo se parece bastante a una especie de “impuesto al voyeur”. “Ya que quiere chanchadas, pague más”, sería el metamensaje.
Cualquier aficionado al hardcore sabe que la Chambers es una estrella curiosa: comenzó como modelo publicitaria de un afamado detergente y, del 73 para acá sólo ha filmado siete películas, una de ellas para nada porno (Rabia, Video Time de David Cronenberg). Como Seka, Sharon Mitchell, Candida Royal y Ginger Lynn, es su propia empresaria. La cubana (o latina de Manhattan, vaya uno a saber) Vanessa del Río, ha rodado un centenar de películas de las cuales sólo conocemos tres (Tarde de delicias, Seda satén y sexo y Corrupción).
Habrá que esperar un rato para que alguien se acuerde de Odissey, Foxtrot y The Dancers. – Los editores hasta ahora se mueven por olfato y los videoclubistas se limitan a señalarle al cliente el rubro “condicionadas” en el catálogo. Todo indica que se seguirá editando turbulentamente.
La pregunta que se impone, claro, sería si es bueno, malo, divertido, nocivo, tonto, edificante o didáctico el sexo explícito. La respuesta está en la calidad de las producciones, en su apelación a rutinas previsibles o en la imaginación de guionistas y directores.
Hay algo que sí importa y tiene que ver con la libertad: hasta que alguien legisle favorablemente sobre salas condicionadas, todo este asunto puede verse en cajita y en el living de su casa. No está mal.
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