Cine Gran Prix de Montevideo
Este fin de semana aproveché un viaje corto con mi mujer a Montevideo para visitar a Martín Daian, un cinéfilo y coleccionista que se animó a la titánica labor de re-abrir el cine de barrio Gran Prix y que también utiliza el edificio para almacenar parte de su colección.
Recomiendo a todos los montevideanos y a cada cinéfilo que visite Uruguay comprar un ticket en el Gran Prix para apoyar este proyecto.
Copio una nota que le realizó el diario EL PAIS de Uruguay para que se interioricen en su historia:
El personaje: Un quijote abrirá cine propio
Siempre soñó con comprar una sala grande y antigua; para eso ahorró toda su vida. En pocos meses, Martín Daián inaugurará su Gran Prix en el Cerrito de la Victoria.
Se mandó una “quijotada”: sus ahorros no se los llevó el corralito, pero tampoco conocieron lujos; pudo más su pasión por el cine. Martín Daián (34) invirtió 160 mil dólares en el Gran Prix del Cerrito de la Victoria, sala que en las décadas del sesenta y setenta emocionó y divirtió a las más diversas generaciones. “Muchos piensan que estoy loco, pero nada que ver”, aclara él mientras se ríe, y cuenta que siempre soñó con tener un cine propio para rememorar cómo eran las películas que se exhibían durante el siglo XIX. “También sus salas y el olor a maní y caramelo que se vendían allí dentro”, agrega compenetrado.
El Gran Prix ofició como cine hasta 1979, cuando la industria de ese medio sufrió una crisis. Entonces, se transformó en fábrica de cerámicas primero, y de productos eléctricos después. Compra va, compra viene, desde el año pasado es propiedad de Daián, quien ha reconstruido el edificio con 800 butacas acolchonadas, piso de parquet barnizado y una enorme pantalla para proyectar películas.
Fiel al estilo de antes, el nuevo Gran Prix recibirá a las personas con porteros uniformados en trajes azul marino con botones dorados, y sombrero. También se pasearán por los pasillos mujeres con vestidos retro, quienes ofrecerán golosinas en la tradicional bandeja de madera que, lazo de tela por medio, colgará de los hombros.
“La idea es revivir el cine de barrio, no sólo para que lo disfrute la gente cercana a él, sino todos los montevideanos”, señala Daián, quien asegura estar gratamente sorprendido por la tranquilidad del Cerrito de la Victoria y la calidez de sus vecinos. Vecinos literalmente, porque el cinéfilo se instaló hace unos cinco meses junto a su esposa Ingrid (26) en una de las habitaciones del Gran Prix, con cama y living incluido. También se llevó su aparato de 16 milímetros (rollo de film semi-profesional) donde todas las noches proyecta en una pared blanca y frente a un cómodo sillón alguna película para ver con su pareja. “Mis favoritas son las europeas y las de terror, aunque también miramos otros géneros”, dice.
De aspecto sencillo y culto, él recuerda que su pasión por la pantalla grande se despertó de niño, cuando sus padres y abuelos lo llevaban al Trocadero, sala que ya no forma parte de la recreación montevideana. “Siempre me fascinó ir allí, así como recorrer la feria Tristán Narvaja en busca de objetos o publicaciones vinculadas al cine”, dice Daián, y confiesa que cada vez que se topa en la calle con una volqueta o caja de cartón hurga dentro por si encuentra algo novedoso.
Cine, teatro y música. El Gran Prix tiene una superficie de 1.100 metros cuadrados, una altura de 15 metros y una capacidad para 800 personas, cuenta el cinéfilo y agrega que si la obra avanza como hasta ahora en cuatro meses ya se podrán exhibir películas infantiles, de terror, suspenso, amor y ciencia ficción. La idea sería abrir el cine todos los sábados y domingos, y las semanas enteras de Turismo, vacaciones de julio y septiembre. También se harán ciclos de films de terror, acción u otro género, una vez a la semana, detalla Daián, y agrega que si tienen buena repercusión se pasarán los viernes a la noche.
La entrada costará entre 50 y 60 pesos, adelanta, y por ese precio también se podrán disfrutar espectáculos de teatro popular y música, con bandas nacionales reconocidas y otras pioneras, porque el edificio contará con un amplio escenario de madera y camarines para los artistas.
Los gastos edilicios, más los de vestimenta y accesorios también salieron de la “chanchita” de este hombre emprendedor, quien cuenta que en estos días enviará una carta a la Intendencia de Montevideo y al Ministerio de Cultura solicitando ayuda para terminar de remodelar el edificio.
“Puede ser económica o de mano de obra”, sugiere, y agrega que si esos organismos no pueden colaborar, el cine abrirá igual, y a “sala llena”.
Para Daián cualquier meta que uno se proponga se puede lograr, si se es constante. “Yo siempre soñé comprar un cine grande y antiguo, y para eso ahorré toda mi vida”, señala el cinéfilo, quien se dedica desde los 18 años a instalar y reparar aparatos cinematográficos. Primero comenzó en las salas de Cinemateca, y hoy también trabaja en cines de Chile, Argentina y Estados Unidos.
Museo de colección. “Lo que más me apasiona es comprar esos rollos que no se sabe qué película traen y cuando la ves te llevás una sorpresa”, confiesa entusiasmado, y cuenta que su hobby preferido es coleccionar los films de cine independiente de los años treinta y sesenta; en total, lleva recopilados más de 200 en formato semiprofesional (16 milímetros) y la mayoría de ellos ya no se consiguen en las ferias, revela el hombre de 34 años, que además colecciona otras 40 películas de tamaño profesional (de 35 milímetros), que son las más difíciles de adquirir. “Hay que comprarlas en el exterior y además son muy costosas”, dice. Esas y otras reliquias como fotografías, publicaciones y libros del cine de 1900, serán dispuestas en uno de los pasillos del Gran Prix, en una suerte de museo con vitrina, donde también descansarán estatuas y figuras de cera de los personajes más destacados de la pantalla grande mundial. Si bien Daián es consciente que en Uruguay se rememora un sólo cine de barrio (El Maturana) no tiene dudas de que el Gran Prix pegará fuerte en la gente. Y, de no ser así, tampoco le importa. “La vida es corta y hay que transitarla haciendo lo que uno más disfruta”, finaliza.
“Soy maniático de la nitidez de la imagen”
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