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Videoclubes: Vivencias, problemas y realidades (Nota de 1988)

michael jackson videostore
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Fuente: Revista Videoclub, julio de 1988

Videoclubes: Vivencias, problemas y realidades de un sector clave

EL VIDEOCLUBISMO: ENTRE LUCES Y SOMBRAS

Con el objeto de indagar en la situación que viven hoy los videoclubistas argentinos, VIDEO CLUB encaró un relevamiento que motivó un diálogo amplio y abierto con diversos locales de la Capital Federal. La premisa no fue entrevistar solamente a los de mayor envergadura, sino también a los pequeños y medianos, que aportan tanto a la actividad como sus colegas de más capacidad. A través de sus opiniones -precisas o conflictivas, irónicas o críticas, farragosas o sensibles-, esta revista procuró el acercamiento con esta franja que se ha transformado, en los últimos meses y debido a una situación económica que redunda en una enorme selectividad, en la “vedette” del mercado.

Sin dudas, el ámbito videoclubístico vive una realidad aparte de lo que se ha dado en llamar el mercado del video. Quizá, por el trato cotidiano con el usuario quien suele pecar de desinformación, estar ávido por la novedad cinematográfica y ser exigente y proclive a la queja inmediata por el precio de los alquileres- que es, en suma, el destinatario final de los lanzamientos de los sellos editores. A lo mejor, por cierta imposición desmedida y ya casi fuera de vigencia de alguna productora videográfica. Tal vez, por la deslealtad de colegas no muy dispuestos a la competencia lícita. O por la “labia” de vendedores, ya se trate de presuntamente serias y derechas editoras “fantasmas” que sacan un título y se esfuman, o de expendedoras de truchos que llegan, cobran y se van. Y hasta por la tentación que resulta para los profanadores de lo ajeno el vidrio desnudo, con los relucientes casetes a la vista.

A pesar de toda esta y aún más amplia problemática, el momento actual del negocio del video los ha catapultado a la condición de “niñas bonitas” de la actividad. Y el motivo es bien simple: la complicada situación económica que atraviesa la Argentina, y que ante la difícil amortización en un par de meses de los australes que cuestan un título y la superabundancia de empresas editoras, los ha tornado en expertos en selectividad.

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Editoras, lo que se dice

Las productoras no las tienen todas consigo respecto de la visión videoclub ística, como se advierte en las palabras de Oscar Bartolomeoli, encargado del Videoclub Peliculosis, de casi dos años de antigüedad y más de 1600 títulos en su haber en sus anaqueles de Pueyrredón 833. “Hay algunas majors a las que les compramos videos, y a la semana vemos, extrañados y molestos, cómo los programas de la televisión abierta. Nos pasó con una película de Bob Fosse, que se emitió a los quince días de salir en videocasete”, expone Bartolomeoli, haciendo alusión al desbarajuste de windows que suele suceder en el mercado, sobreponiéndose tiempos y medias. Y agrega que “hay otros casos en que un sello me las vende al precio del día, y al mes siguiente va un video- club y la compra a un valor porque recién acaba de abrir. Pero nosotros ya le veníamos comprando hace dos años… Con este sistema, los locales de mayor antigüedad se descapitalizan. Aquí, sobre este punto, viene bien el ejemplo de Legal Video, que cobra todo al precio del día y a todos por igual, sin distinguir entre viejos y nuevos”.

Algunos ítems más específicos, como las calidades de grabación de las editoras o el nivel de las cintas que utilizan, son datos que suelen escamotearse, tal vez por no herir susceptibilidades. Una opinión más que autori- zada es la de Reinaldo Apolonio, titular del Videoclub Old Pigeon, ubicado en Corrientes 4867, con más de 450 socios activos y cerca de 2000 títulos, y que expresa que “la mejor grabación es la de AVH y la mejor imagen, la de All’, y sosteniendo que “hay muchísimas editoras y uno puede comprarle a todas. A veces, uno cuenta con el dinero disponible, pero en ese momento no vino el corredor del sello y acaba comprándole a otro. Esta superpoblación es mala para el videoclubista, como también es malo el sistema de catálogo cerrado, que felizmente ya la mayoría ha abandonado, al menos del modo en que se implementaba anteriormente”.

Por su parte, la empleada del Video-club Videt, emplazado en Zapiola 2474, con casi tres años de permanencia y más de 400 socios en actividad, comenta que “nosotros tenemos cuentas con todas las editoras, y nunca nos tocaron películas rayadas o en mal estado. Quizá porque adquirimos el material directamente en las editoras.

Y así como hay videoclubistas que proporcionan conceptos escuetos, otros se muestran más propensos a desarrollar sus pensamientos sobre el ámbito de las editoras. “En cuanto a comercialización inicia el diálogo Karen Niño, del Videoclub 536, sito en Pueyrredón 536, con 1200 títulos, dos años y medio de vigencia y 800 socios activos-, el máximo inconveniente es el catálogo cerrado. En lo referido a las entregas, no tenemos problemas porque compramos directamente en las editoras. En nivel de calidad, se puede decir que las independientes tienen títulos tan vendedores como los de las majors. En lo que hace a la promoción que un sello hace de sus casetes, creo que deberían entregar mayor información y fichas técnicas de los títulos. Y en cuanto a la piratería, me parece que son las editoras las que obligan a algunos videoclubes a tener piratas, por los condicionamientos que imponen”.

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Géneros más pedidos, sobre gustos…

Pareciera que en el ítem de lo más requerido por los usuarios hay, sorprendentemente, cierto consenso general. Resulta extraña esta unanimidad, sobre todo porque el video -como la política o el fútbol- tiene “cada maestrito con su propio librito”, como menta el argot popular.

Sin embargo, y pese a estas coincidencias en sentido amplio, suele haber alguna sorpresa. Es el caso de, por ejemplo, Videoclub H. Salta, en su local de Ravignani 2268, con 600 socios activos y 1500 títulos en su haber. Los responsables de su comando, Fabián Rojana y Concepción Quilis, sostienen que “no sólo las medidas funcionan, también andan muy bien. Y hasta hay algunos que piden condicionadas con argumento (risas)… En nuestro caso, lo difícil’, Ilámese El jardín de los Finzi Contini o las películas de Fellini, ni hablar”, agregan.

videoclub h saltaPublicidad del Videoclub H. Salta

La contrapartida, en cuanto a las condicionadas, ocurre en el Luminarias Videoclub, que abre sus puertas en Concepción Arenal 2339, tiene dos años, 1400 títulos y casi 500 socios. “Acá, las condicionadas prácticamente no funcionan” cuenta su titular, Alberto Losada, en cambio andan estupendo otros géneros como la comedia, la acción o el buen drama, como podría ser el caso de Enamorándose o El francotirador. Pero, en verdad, los géneros pedidos no son, en mi negocio, algo fijo, ya que como a mí me gusta el buen cine, voy ofreciéndole a la clientela nuevas cosas. Para eso, claro, tengo que ver todo lo que compro, si no ¿qué servicio les brindo?”.

La responsable del V.C. Videt apunta que “lo más rentable son las comedias y la acción, así como el terror. De este último género, hubo una anécdota excelente, cuando un día vino un muchacho y me pidió con cara de inocente: ¿tiene Martes 13 IX? …Ah, y también el material infantil, porque los chicos consumen varias veces el mismo casete. Había un pibe que todas las semanas venía y alquilaba  el video del Pájaro loco. Lo hizo durante varios meses. Y ya había llegado un punto, en que miraba la cajita nomás y empezaba a reírse solo”.

El vocal suplente de la CAVA, Reinaldo Apolonio, dice con una convicción admirable que “la comedia es siempre puntera” y acota que “las musicales se alquilan en una proporción de 15 a 1, tomando como tope un film de acción o policial. Y esto sucede, entiendo, porque duran poco. Tal vez si fueran de más tiempo y hubiera mayor variedad, podría funcionar algo más”. 

sticker videoclub peliculosisVideoclub PELICULOSIS

“Acá andan todos los géneros, inclusive los clásicos”, comenta Oscar Bartolomeoli, del negocio Peliculosis. Y en cambio, Karen Niño postula que “al frente, siempre están la acción y la comedia, porque la gente busca algo que no la haga pensar” y brinda un elemento interesante, al expresar que “sería ideal que hubiera locales especializados en géneros, que trabajan, solamente con películas de terror o policiales”.

Pese a alguna opinión fuera de lo que “se sabe” es lo rentable o de movi- miento seguro, la mayoría de los entrevistados coinciden en que las distintas variantes de la acción -llámese western, espionaje, terror y policial y la comedia signan la casi totalidad de las preferencias de los usuarios.

Y un detalle colorido sobre los géneros, y lo que originan las confusiones, lo cuenta Bartolomeoli diciendo que “una vez vino una madre preguntando por esa película para chicos, esa que se llama Tortillitas…” En verdad, el título al que trataba de referirse la cliente no es otro que FrutiIlitas, un exitoso video infantil. El otro corresponde a una condicionada.

La quimera de la rentabilidad Rentables o no rentables, ésa es la cuestión. Ahora bien, quiénes logran ese edén, es algo de difícil solución. Es que, como siempre, el equilibrio entre ingresos y egresos, entre la requisitoria a quemarropa del asociado y las posibilidades de compra reales del local, es un dilema intrincado. Losada, del Luminarias, explica que “un videoclub sólo, no es rentable. Todo el movimiento de un negocio como éste (con reposición de películas dañadas y manutención del stock actualizado), hace que cambie la plata, reinvirtiendo el 100%… Porque el alquiler no da capacidad para crecer, da poca utilidad”.

El responsable de Old Pigeon, en tanto, parece casi hiperrealista, cuando manifiesta que “ningún negocio, hoy en Argentina, es muy rentable. Nada es más rentable que la bicicleta financiera”.

Muchas veces, ante la necesidad de multiplicar el dinero con mayor rapidez que con alquileres “por derecha”, ciertos videoclubes ingresan en un territorio lindante con la marginalidad, al comercializar truchos. “A la gente hay que enseñarle -opina Rojana, de Video H. Salta, sucursal Palermo-, porque piden Atracción fatal o Nacido para matar, sin darse cuenta de que por un par de australes más se pueden llevar material de buena calidad”.

Bartolomeoli, de Peliculosis, opina que “los piratas vienen a cada momento. Y especialmente cuando sale algún título importante en cine, como Los intocables, por ejemplo”.

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Anecdotario esencial

No podía faltar, de ninguna manera, un recuerdo de las anécdotas más claras sobre el usuario, en lo que hace a un trazado pintoresco de sus actitudes. “Yo trato de darle un servicio” cuenta Losada, de Luminarias-, porque si el cliente lleva lo que no busca, ése es un cliente menos. Cuando me vienen con la frasecita ‘qué hay de nuevo’, siempre les respondo igual: ‘tengo cinco malas nuevas y trescientas buenas viejas…” “Un problema dificilísimo de hacerle entender al cliente es el tema del pago de la demora -comenta Apolonio, de Old Pigeon-. A veces se quedan una semana con la película, y cuando uno se lo hace notar contestan que como ellos son los clientes… Si uno se atrasa un mes en el pago del alquiler de su casa, ¿después no lo paga con un plus de más?”.

“La gente lee los diarios, y piden las que aparecen comentadas en las páginas de video, y quizás a vos ni te

llegaron”, y agrega “para la mayoría, venir al videoclub es un programa, es como una distracción, una terapia, se olvidan de todo. Pero siempre hay que tratar de aconsejarlo, de expli- carle. Incluso cuando dicen el ¿qué hay de nuevo?. Explicarle que ciertas películas también existen, porque si no uno se mata comprando y entran, con aire despectivo, y sentencian que acá no hay nada”, apunta Fabián Rojana,de Video H. Salta.

“A veces hay cada uno -se lamenta Karen Niño, del local V.C. 536—, que uno no sabe qué hacer. Desde los que preguntan ¿cuál es mejor, Penetraciones o Garganta caliente?, hasta los que empiezan pidiendo Juan Salvador Gaviota y terminan llevando Libertinaje colosal, y pasando por una madre, por ejemplo, que para entretener al chico le ponía juguetes en la casetera…”

Apolonio aporta un par de situaciones elocuentes de ciertos tics del videófilo porteño, comentando que “viene uno y pide una de Fellini o de Bergman, algo ‘para pensar’, y al contestarle que no queda nada, mira un poco alrededor y dice “déme una de Olmedo y Porcel…”, y completa con que “otra vez, llega uno y pregunta: ‘¿tiene la del Oscar?” “.

Bartolomeoli añade la estupenda anécdota de un usuario que “llevó para ver La batalla de Argelia, vuelve al día siguiente con mala cara, diciendo que lo engañé, que le di una copia que estaba ‘toda colorada”. Como es de público conocimiento, ese film de Gillo Pontecorvo posee una tonalidad deliberadamente sepia, intentando reforzar con ello la narración tipo documental de la cinta. Y por último, Losada, de Luminarias, dice que “un cliente puso el casete bajo la ducha, sin darse cuenta. Y después, para secarlo, lo puso al sol, a fin de que se secara la cinta…”

Estos son algunos ítems del negocio videoclubístico, si bien no está todo lo que existe, al menos, la aproximación reflejará a muchos.

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