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Fernando Martín Peña y Fabio Manes: Cazadores de películas

PEÑA Y MANES: CAZADORES DE PELÍCULAS
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Fernando Martín Peña y Fabio Manes: Cazadores de películas

Nota de revista EL GUARDIAN
Coleccionistas apasionados
CAZADORES DE PELICULAS
Buscan tesoros artísticos en lugares inhallables, sótanos húmedos y subastas poco promocionadas. Viven entre cintas viejas y rescatan perlas y rarezas del cine argentino y mundial. Fernando Martín Peña, Fabio Manes y Alfredo Li Gotti cuentan sus pericias a la hora de rescatar filmes del olvido.
Fernando Martín Peña Fabio Manes

Todo empezó con un proyector. Al comienzo de las historias de los coleccionistas de películas siempre hay un disco y un proyector olvidado en un armario o recibido como regalo de algún pórtenle. Cuando tenía apenas tres años, Fernando Martín Peña coleccionista, historiador de cine y titular de la Filmoteca Buenos Aires descubrió un proyector barato en una caja de cartón arriba de un mueble. Se lo había regalado su abuelo a su papá. Un día el nene lo bajó del mueble. preguntó cómo se usaba. “Me fascinaba esto de agarrar una de las tiritas de película, que eran de dos minutos, la mirabas a la luz y veías los dibujitos, y si la metías en el aparato este, se movían. Para mí era algo extraordinario.” Con sólo tres años, Peña aprendió a proyectar, y también a manejar el Winco. Ponía el disco en la bandeja, la púa y sonaba. Era algo que cobraba vida mediatizado por un aparato y para mi eso era fantástico, la revelación”, cuenta Peña. Así empezó a construir su colección uno de los mayores coleccionistas de cine de la Argentina.

La historia de Fabio Manes, que conduce con Peña el ciclo Filmoteca en la TV Pública. también tiene, en el principio, un proyector. “A todos los coleccionistas les pasó un poco lo mismo. A los 18. después de la muerte de mis abuelos, revisando uno de los armarios de una casa gigantesca encontré un viejo proyector de 16 y unas peliculitas amateur de cuando yo tenía tres años -relata Manes-, Lo hice arreglar y ahí ocurrió lo que ocurre siempre: el ruidito, las imágenes, el parpadeo. Eso me fascinó”. Hoy. la colección de Manes también forma parte, junto con otras colecciones más pequeñas, de la Filmoteca Buenos Aires, que tíene unos cinco mil largometrajes y está alojada en la casa de Peña en Villa Madero. Pero aun así. aunque la mayoría están en lo de Peña, la casa de Manes en Balvanera es un monumento al cine, con latas por todas partes, proyectores, videos, afiches y un livíng que. en un par de minutos, puede convertirse en una cómoda sala de proyección.

Alfredo Li Gotti, en cambio, no encontró su primer proyector en un plaeard. sino que lo recibió de regalo a los 11 años. En 1937 o 1938. un tio que era chef a bordo de un transatlántico me trajo de Estados Unidos un proyector de 16 milímetros mudo y unsa películas cortitas con escenas de dibujos animados y de Chaplin, cuenta el hombre de 86 años que en 2011 se convirtió en el protagonista de “Una pasión cinéfila”, un documental que lo homenajea. Li Gotti recibe a EG en su casa de San Cristóbal en compañía de su nieto Cristian, que con sólo 23 años ya ha heredado su pasión, y abre la puerta de un cuarto pequeño en el que hay una mesa y muchos estantes repletos de latas de películas y de proyectores. Invita a sentarse y señala hacia la parte de arriba de un mueble. Allí, entre los 50 proyectores que tiene, de distintos formatos, está aquel que cambió su vida y que lo convirtiría en uno de los mayores coleccionistas locales. 1.a colección de Li Gotti tiene más de mil películas en distintos formatos (sobre todo 16, 9.5 y Súper 8 milímetros), 1500 videos y dos mil DVD. En su mayoría son películas europeas, mudas y sonoras, sobre todo de origen francés e italiano, que es el cine que más le gusta.

Una vez que tuvieron su primer proyector y vieron las mismas dos o tres películas hasta el cansancio, estos chicos quisieron ver mas. Peña empezó a pedirle más películas a su papá, que trabajaba en una agencia de publicidad y le llevaba copias de propagandas en 16 milímetros. “Me llamaba la atención porque las veía en la tele y después las veía mudas en este proyector. Después él empezó a traer los fines de semana un proyector sonoro que le prestaban en la agencia con películas alquiladas y era la gloria, recuerda. Finalmente, el padre compró un proyector de Super 8, y como él no paraba de insistir con ver más. lo empezó a llevar a la calle I.avalle. Yo tendría ocho años, el me habrá llevado dos o tres veces y después me empezaron a dejar ir solo. Me mandaban a hacer las compras. yo me quedaba con los vueltos y después iba a estos lugares o a la feria de San Telmo. Como era chico llamaba la atención, era una especie de freak de circo que quería películas mudas de Chaplin, cuenta. A los nueve años ya tenía cierta conciencia de coleccionista: compraba películas para guardarlas. A Li Gotti le pasó algo parecido. Como tenia pocas películas, el padre le empezó a comprar más. Para pagarlas, se le ocurrió proyectárselas a los chicos del conventillo de enfrente de su casa en La Boca. Les cobraba cinco centavos a cada uno y con eso juntaba unos pesos para darle a su viejo. Unos años después, ya en la década del 50, Li Gotti compró un proyector de 16 milímetros sonoro con un amigo y empezaron a proyectar películas argentinas que alquilaban a las distribuidoras de la calle Lavalle en el Club Quilmes.

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